20-04-2017
GINEBRA.- Desde la mesa de un café de su ciudad, un joven bosnio -bien podría haber sido un joven de cualquier otra nacionalidad- logró que su preocupación llegara a la sala donde funcionarios, empresarios, sindicalistas y académicos de varios puntos del planeta mantenían un debate. En la casa madre de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en esta ciudad suiza señalada por Jorge Luis Borges como "la más propicia a la felicidad", se desarrollaba un simposio sobre el futuro del trabajo. El joven comentó que le parecía muy bien la reunión que seguía a distancia, pero que también quería saber si podría salir ahora de su situación de desempleo.
Detrás de la anécdota se esconden varias realidades. Una es que si el mensaje llegó al instante a las pantallas del auditorio fue gracias a la innovación de un sitio que facilita esa interacción: apenas una muestra de los avances tecnológicos que simplifican la vida, pero que, a la vez, representan para no pocas personas la posibilidad de que las tareas que hacen sean de esfuerzo físico o mental, empiecen a ser realizadas por un robot. El mensaje incluye, además, una pincelada de la situación actual del mercado de trabajo, de difícil acceso y con rasgos de debilidad para muchos y en gran parte del mundo. Y una tercera lectura del mensaje es la invitación a pensar cómo los análisis y debates sobre estos temas se enlazan con la vida cotidiana.
El lema de este "diálogo global" al que convocó la OIT incluyó un propósito, remarcado una y otra vez por el director general del organismo, Guy Ryder. La premisa es que los gobiernos y los referentes sociales pueden (y deben) actuar sobre lo que viene, en lugar de esperar pasivamente hasta ver que un determinado porcentaje de puestos de trabajo se haya perdido por la tecnificación. Por eso, el llamado fue a hablar del "futuro del trabajo que queremos".
Entre las ideas en danza se habló aquí de disponer un impuesto que haga más onerosa la automatización de tareas que la contratación de personas, de reducir la jornada laboral y hasta de practicar una "acupuntura regulatoria" -tal como definió uno de los disertantes a la revisión de las normativas- para evitar que las nuevas formas de trabajo lleven a una mayor informalidad y, en definitiva, a una más grave desigualdad social.
Foto: Pepe Serra (Mènsula Studio)
El trabajo del futuro es un tema que la OIT (integrada por gobiernos, empleadores y sindicalistas) incluyó entre los que, con vistas a su centenario en 2019, serán especialmente analizados con la meta de elaborar un informe y recomendaciones. La institución nacida tras el fin de la Primera Guerra Mundial se enfrenta hoy a un escenario global diverso, marcado a grandes rasgos por la robotización creciente, la desigualdad en los niveles de bienestar entre países y entre personas, la precariedad de muchos empleos, el cambio climático y el envejecimiento poblacional, que trae efectos positivos pero que enciende luces de alerta, dadas las mayores necesidades fiscales y la eventual prolongación de la vida laboral.
"La inteligencia artificial ha socavado la premisa de que el trabajo cognitivo era exclusivo para humanos", señaló en su disertación el economista británico Robert Skidelsky, quien diferenció así el fenómeno actual de otras épocas en las que también se pensó que el progreso de las máquinas afectaría al empleo. "Nos dicen ahora que el 47