06-12-2016
“Si fuera posible, hoy todos en mi familia nos comunicaríamos por medio del whatsapp” nos cuenta Lola que con diez años pinta todo un panorama del tema propuesto, y es que según su relato, tanto sus padres como ella y su hermano mayor están constantemente prendidos a sus pantallas enviando audios, fotos o escritos por el servicio de mensajería. Tanto es así que Lola confieza “A veces me da pena cortar una whatsapp sólo porque tengo que bañarme y no quiero mojar el celular”.
Cuando hablé con sus padres el caso fue de mal en peor puesto que Estela Aguirre, quien no tiene perfil de Facebook, ni sabe usar Twitter, aseguró que no había notado que sucedía eso. “No parece grave hasta que otra persona te lo dice. Lola nunca me lo dijo así”, contó asombrada, y siguió “Sólo uso mi celular para responder a urgencias de mi jefe por whatsapp o por correo electrónico, tampoco soy tan moderna, otra cosa no sé manejar”.
Hecho el cuadro de situación, se empiezan a visualizar algunas bisagras en las nuevas modalidades de relación de las familias a partir de la incorporación de la tecnología a la vida diaria. En principio, los televisores eran el centro del conflicto, basta con recordar la antigua sentencia: “Durante el almuerzo no se puede mirar televisión”, o el castigo: “Hasta que no termines la comida no se enciende el televisor”. Entonces, era la figura materna muchas veces, y en ocasiones la paterna, la que ocupaba el rol de moderar el uso del artefacto durante las horas de comunión familiar.
Por varios factores, todos igualmente relevantes, esta ejecusión de roles se desplomó, siendo ahora el televisor, o algún programa o serie, el que termina uniendo a la familia para ver todos juntos una misma cosa y, por fin, sacar los ojos de una pantalla (la del celular), para ponerla en otra (la del televisor). Créanme que soy de las que dicen: ¡En la mesa no se usan los celulares! con el control remoto en mano.
Uno de los factores es porque las madres ya no están en casa tiempo completo, ni durante media jornada. Las madres ahora son trabajadoras full time o empresarias, lo cual les quita tiempo, tolerancia y descanso, para atender los asuntos hogareños con esa cordialidad que permite el estar dedicada a ello. Mientras hacen la comida, envían un email, o resuelven por mensaje las acciones del día siguiente.
Los padres de la casa han equiparado roles con las madres, y ambos (en el mejor de los casos) son más cooperativos para llevar adelante un hogar, aunque aún así deben estar atentos a las exigencias laborales o tambien buscan distraerse con la Xbox, la tele o un juego en el celular.
En este contexto, los niños que tendrían que jugar, estudiar y aprender del ejemplo de sus padres toman como tal la imagen de que para distraerse existe una pantalla y para responder a sus responsabilidades, también la hay. Acaso para relacionarse con otras personas existe además otra pantalla. Tablets, computadoras y celulares, gran combo comunicacional.
Aunque me basé en un hecho empírico, tomando el ejemplo de la familia de Estela, su marido Manuel y sus dos hijos, Lola y Rafael, existen más datos que ponen claro sobre oscuro la situación a nivel mucho más global. Según un estudio cualitativo publicado en el Journal of Developmental & Behavioral Pediatrics: “Los padres se sienten constantemente como si estuvieran en más de un lugar a la vez.
Todavía están en ‘el trabajo’. Están socializando. Todo mientras tratan de cocinar la cena y atender a sus hijos”, afirmó una colaboradora de la investigación que termina por confirmar que los teléfonos inteligentes y las tabletas desfiguran las fronteras que suelen separar el momento de las responsabilidades, del momento familiar.
Mientras que el uso de la tecnología por parte de los adultos parece ultra necesario, el uso que los más chicos hacen en una casa no sólo los desconecta de sus padres -quienes por momentos parecen liberados y hasta a veces utilizan este recurso para descansar-, sino que además puede ser el causal de una tensión interna entre los ellos cuando éstos no coinciden con esos “momentos” tan desdibujados.
La investigación publicada se basó en unas 35 entrevistas a cuidadores, madres, padres y abuelas que a priori manifestaron esta controversia con el tiempo dedicado a la familia y la dependencia que tenían con sus dispositivos tecnológicos. Las entrevistas fueron en profundidad por lo que se pudieron obtener datos sustanciales sobre las tensiones emocionales que provocaban en ellos la interrupción de la rutina familiar.
Muchas veces nuestras actitudes cotidianas no son una respuesta inmediata a lo que está sucediéndonos, sino un acontecer de hechos que vivimos en el día, nos explica la psicóloga familiar Dora Rosas. Del uso de la tecnología se destraba como efecto goteo la reacción que finalmente tenemos en nuestro hogar, para con los hijos o cónyuge.
Este efecto explica que algunos problemas se van presentando ante nuestros ojos en pequeñas gotas que caen en distintos horarios del día, sin importar si estamos en el momento adecuado para recibirlas.
El hecho de estar conectados constantemente implica que algunos reciban emails o mensajes del trabajo cuando están cenando, algunas veces no son buenas noticias, o no es información que queremos leer en ese momento y en lugar de evitar la acción de mirar emails durante la cena, termina generando rispidez y ante el menor mal entendido familiar, la reacción es para con quien tenemos frente a nosotros.
Cierto es que en la actualidad existen cada vez más trabajadores freelance que hacen sus tareas en sus casas y que no tienen horarios de oficina para ello, lo cual les ofrece la comodidad de elegir el horario en que trabajan, pero los enfrenta a la realidad de tener que responder al sonido de sus dispositivos tecnológicos a toda hora.
La licenciada Rosas dice al respecto que “No existe un estatuto que determine que tiene que contestar los llamados sí o sí y cumplir con sus tareas a toda hora. Sin embargo, el ser humano genera una especie de sustitución de responsabilidades y pone sobre sus dispositivos tecnológicos el mismo perfil de un jefe de oficina, como si éste pudiera llamarle la atención por no responder de inmediato”.
El uso de teléfonos desde temprana edad, aunque sea sólo para mirar videos o jueguitos, el uso de estos dispositivos para completar tareas laborales, la dependencia tan generalizada de los artefactos está indudablemente modificando la forma de relacionarnos.
El panorama no se ve del todo agradable, pero tampoco se intenta modificar esta situación, aún proponiendo un apagón de dispositivos durante los momentos familiares para verse a la cara, aún así, probablemente a alguien le resulte una linda situación y proponga una foto para compartir en redes sociales. Otro nido en donde las también cambian las formas de relacionarnos, pero ese es tema para otra nota.