14-06-2019
El G20 logra un acuerdo para tratar de tapar los agujeros fiscales que permiten a muchas compañías multinacionales practicar la ingeniería fiscal de manera estrictamente legal y rebajar su pago de impuestos hasta cantidades mínimas, un problema que muchos atribuyen a las compañías digitales, pero que llevan a cabo muchísimas compañías multinacionales de todo tipo de industrias.
El acuerdo, para el que por primera vez se ha logrado un fuerte nivel de consenso, permitirá a los países actuar en dos vías: la primera posibilitará que se puedan dividir los derechos para gravar con impuestos a una compañía en función de dónde se venden sus bienes o servicios, incluso si esa compañía carece de una presencia física en ese país. La segunda iniciativa permitirá que los países acuerden una tasa impositiva mínima global, que se aplicará a aquellas compañías que aún puedan encontrar formas de rebajar su pago de impuestos recurriendo a paraísos fiscales o a mecanismos en países extranjeros. La pretensión del G20 es no personalizar este acuerdo en ninguna industria ni compañía en concreto, sino crear un esquema que pueda ser aplicado de manera global e indistintamente de la nacionalidad o de la actividad.
La tesis de muchas compañías, que afirman pagar sus impuestos en aquellos países en los que generan el valor y no en aquellos en los que tienen simples labores comerciales y, por tanto, tienden a pagarlos en donde está su sede principal y donde llevan a cabo la mayoría de su investigación, deja de sostenerse cuando se inspeccionan las tasas efectivas reales que esas compañías terminan pagando a nivel global. Que el sistema lo permita es simplemente un problema derivado de superponer una realidad global como internet a una débil y desde hace mucho tiempo obsoleta estructura de fronteras y soberanías, que permite a cada país establecer sus políticas fiscales con cierta libertad con el fin de definir sus estrategias. Esa posibilidad es aprovechada por algunas compañías con actividad global para llevar a cabo una optimización fiscal enormemente agresiva, que estaba generando una muy justificada alarma porque, en último término, desequilibra completamente los beneficios hacia esas compañías y sus accionistas, mientras los detrae de los estados y de la propia sociedad civil de cada país. Que ese tipo de desequilibrios empiecen a generar un consenso que pueda aspirar a solucionarlos es, sin duda, una buena noticia.
Aspirar a solucionar el problema de la ingeniería fiscal mediante iniciativas locales de un solo país era una vía completamente absurda y sin sentido, completamente abocada al fracaso y que, además, amenazaba con la exclusión de los países que llevasen a cabo políticas demasiado agresiva. Un mundo globalizado solo puede gestionarse con políticas lo más globalizadas posible. La vía del consenso de grandes grupos de países como el G20 tiene muchísimo más sentido, promete – a falta de la negociación de los aspectos técnicos – una eficiencia muy superior, y puede contribuir, sin duda, a un mundo bastante más justo en ese sentido.
Fuente: https://www.enriquedans.com/2019/06/los-impuestos-y-los-agujeros.html?amp=1