23-10-2017
No todos reciben inversiones millonarias para lanzar su emprendimiento, pero no es la única manera de hacerlo. Estos 10 unicornios tecnológicos llegaron a valer millones de dólares antes de recibir capital externo. La escasez los obligó a ser eficientes y fue lo que finalmente los llevó al éxito. Hoy son un ejemplo a seguir por los emprendedores que buscan construir nuevos imperios desde su garaje.
Automatizar parte del trabajo es una manera de asegurar que existe cierta demanda. Ben Chestnut dirigía una consultora de diseño en el 2000 y tenia muchos clientes que querían crear un newsletter. Como no le gustaba diseñarlos, creo una herramienta para automatizar el proceso. MailChimp ahora es un negocio de US$ 400 millones.
La plataforma comenzó cuando Lynda Weinman buscaba herramientas para enseñar diseño web en 1990, pero no encontró nada que le guste. Como los libros eran insuficientes, arrancó a producir sus propios tutoriales en video. De a uno a la vez cubrió muchos temas y luego de veinte años generando contenido llamó la atención de LinkedIn, que compró Lynda por US$ 1.500 millones.
Querer sacarle clientes a un gigante como Apple o Amazon es difícil. Ocupar los huecos que estos dejan es más simple. Limor Fried creo AdaFruit Industries cuando estaba estudiando en el Instituto Tecnológico de Massachussets. Lo que hacía era comprar partes sueltas y armar kits “hágalo usted mismo” de electrónica. Eran los mismos componentes que se conseguían en los locales. Ahora, su tienda de ecommerce tiene 85 empleados y gana US$ 33 millones por año.
No siempre hace falta innovar en el modelo de negocios. A veces basta con mejorar un producto actual. Los fundadores de Shopify estaban buscando una plataforma de carrito de compras para su portal de ecommerce dedicado al snowboard, pero no encontraron uno que les sirva y decidieron armar el propio desde cero. Crearon una solución hecha en Ruby on Rails y resultó ser ideal para otro montón de personas. Shopify se transformó en un negocio independiente y luego de seis años en el mercado recibió su primera oferta de inversión.
Mientras que algunos desperdician su tiempo jugando a ser CEO y pensando el organigrama de su futura gran empresa, los buenos se dedican a ver qué pueden hacer con lo que tienen. Jon Oringer era un desarrollador de software que sacaba fotos en su tiempo libre. Un día combinó sus conocimientos con 30.000 fotos de su autoría para crear un servicio de imágenes que actualmente vale US$ 2.000 millones.
Los startups necesitan campañas de marketing eficientes. El equipo detrás del juego de cartas solo juntó US$ 15.700 a través de la plataforma de financiamiento colectivo Kickstarter, pero lograron crear un negocio de US$ 12 millones en un año. Generaron campañas originales que se viralizaron y alcanzaron a un público enorme. No eran baratas de realizar pero la exposición que les brindó fue desproporcionada.
En vez de medir los startups por el dinero que juntan, hay que ver con cuánta eficiencia la usan. Mojang, el estudio que desarrolló el videojuego Minecraft, nunca recibió inversiones. Eran 50 empleados que armaron un negocio de casi mil millones de dólares. Evitaron las microtransacciones y otras estrategias que abusan de los usuarios para, simplemente, vender su producto a un precio fijo. Así crecieron hasta que Microsoft los compró por US$ 2.500 millones.
Lo aburrido es negocio. Existen muchos oportunidades que involucran la parte del trabajo que nadie quiere hacer. Unity se transformó en una pieza clave del desarrollo de videojuegos móviles al concentrarse en la partes más tediosas. Trabajaron durante años sin recibir inversiones pero ahora valen más de US$ 1.500 millones y son más exitosos que muchas compañías de videojuegos.
La plataforma social de control de versiones es una parte fundamental del ecosistema tecnológico. Al igual que Unity, no se dedicaron a crear algo concreto, sino a perfeccionar una herramienta que le facilite la vida a otros desarrolladores y para 2015 recibieron inversiones de US$ 250 millones